Ahora que vas descalza con los tuyos. Ellos mas tuyos que nosotros, ellos con los que creciste, construiste una vida y nosotros a quienes nos toca decirte adiós.
Ellos mas tuyos que nosotros.
No estoy segura de que nos volvamos a encontrar, pero pese a todas las posibilidades el haber coincidido una vez fue perfecto.
Ahora nos acompañaras en espíritu todo el tiempo, al despertar en la mañana, en un atardecer en la playa o simplemente viendo televisión.
Ve tranquila, ve en paz.
miércoles, 22 de julio de 2009
lunes, 20 de julio de 2009
Criaturas de Fuego I
Fue en mi último viaje, me acuerdo perfecto. Nunca sentí tanto miedo como el día, debería decir la noche en la que me encontré con esos monstruos. Supuestamente son insectos pero cualquiera que haya visto uno alguna vez sabrá que son criaturas del infierno. Yo vi dos.
Todo paso cuando regresaba a mi casa en el bosque, después del tercer día de cacería ese verano. Abrí la puerta y prendí la luz. En la mesa del fondo había dos insectos de unos treinta centímetros cada uno, son lo más raro que he visto en mi vida, eran café claro con blanco y totalmente simétricos era difícil reconocer su cara, es más no puedo asegurar que tuvieran una, en el momento en el que mis ojos se posaban sobre ellos, una ola de terror insoportable invadió mi cuerpo. Se movían como llamas de fuego, sin cambiar de lugar pero haciendo como ondulaciones con su cuerpo, estaban parados en dos patas y parecía que nunca se iban a detener.
Antonio, el local que todos los años me ayudaba con las tareas relacionadas a la cacería, los vio e inmediatamente sus ojos se abrieron tanto que parecía que se iban a salir de sus órbitas, acto seguido me tomo del brazo y salió corriendo. Lo único que podía entender era que Antonio no se iba a detener hasta que su cuerpo aguantara y que estaba muerto de miedo.
Cuando por fin se tranquilizo y se detuvo, antes de que pudiera preguntarle ¿Qué había pasado? empezó a gritar que esas criaturas eran tan raras como temidas, lo peor era que matarlas era casi imposible.
Seguía sin entenderle nada, por lo que me invito a su casa por café, ahí me explicaría con detalles tan catastrófico suceso.
Empezó contándome que esos insectos, para su pueblo se habían convertido en leyenda y siempre habían representado desgracias, desde sus antepasados se aseguraba que provenían del lado mas oscuro del universo y que sus almas estaban podridas. Su piel aunque pareciera lisa, con solo tocarla cortaría de tal forma que podrías ver hasta los huesos, y ni las puntadas podrían ayudar a sanar, además de que por dentro están tan calientes que pareciera que estas introduciendo la mano en un volcán con lava. Otra razón por la que era imposible matarlos era que con el solo hecho de encontrarse en su presencia te invadía un terror que no se podía soportar por mucho tiempo. Se podría intentar un balazo o algo por el estilo pero lo mas seguro es que debido a su piel no lo transpasara y no le hiciera mucho daño, y un gran problema según Antonio, era que esos bichos ya nunca se moverían de ahí.
Después de escuchar esta explicación comprendí la razón por la que había huido, aunque la verdad es que los pueblerinos siempre me han parecido muy crédulos. Decidí que regresaría a mi casa a ver que pasaba, pero Antonio se negó rotundamente, pase la noche en su cabaña.
A la mañana siguiente quise ir a ver que podía hacer con mi casa pero Antonio me dijo que lo mejor sería llamar al chamán. Cuando le contó al chamán que es lo que había pasado, no lo pudo creer, nunca en su vida había visto uno y creía, que mas que reales eran una leyenda. De inmediato fuimos a mi casa, pero nos pidió que esperáramos afuera. Estuvo apróximadamente seis segundos dentro, cuando salió se veía exhausto y tenía una cara de haber visto al mismísimo demonio, eso combinado con el terror que sentí el día anterior, me convenció de no entrar.
Me explicaron que la única forma de acabar con esas criaturas era, según la leyenda, consiguiendo la forma de aguantar junto a ellos por mas de veinte minutos. El procedimiento consistía en usar un colmillo de tigre blanco para poder despedazarlos, después cuando los trozos fueran lo suficientemente pequeños se debían enterrar en una bolsa y esperar a la siguiente luna llena para quemarlos y pedir un deseo positivo para sus almas. De esta forma se eliminarían para siempre. En mi caso era este procedimiento multiplicado por dos.
El chamán podría conseguir el colmillo, el problema era encontrar a alguien dispuesto a entrar a mi casa y matarlos, me habían asegurado que los que lo intentaran, aunque tuvieran éxito no saldrían ilesos. Ellos me recomendaban no hacer nada, irme para siempre, pues es lo que ellos tendrían que hacer. En serio creían que los insectos les traerían grandes desgracias por lo que empezarían a planear la huida.
Por suerte yo no vivía ahí y tenía otra casa en la ciudad, así que después de darle muchas vueltas al asunto y tomando los sucesos anteriores como una señal de que algo podría pasarme me fui. Antonio me llevó al siguiente pueblo donde se encontraba la central de camiones, solo llevaba la ropa que traía puesta.
Regrese a la ciudad, me tarde muchos días en recuperar la tranquilidad y dormir bien. Nunca volví a saber nada de Antonio ni del pueblo, cosa que agradezco. Deje la cacería y ahora prefiero no salir mucho de mi casa en la ciudad.
Todo paso cuando regresaba a mi casa en el bosque, después del tercer día de cacería ese verano. Abrí la puerta y prendí la luz. En la mesa del fondo había dos insectos de unos treinta centímetros cada uno, son lo más raro que he visto en mi vida, eran café claro con blanco y totalmente simétricos era difícil reconocer su cara, es más no puedo asegurar que tuvieran una, en el momento en el que mis ojos se posaban sobre ellos, una ola de terror insoportable invadió mi cuerpo. Se movían como llamas de fuego, sin cambiar de lugar pero haciendo como ondulaciones con su cuerpo, estaban parados en dos patas y parecía que nunca se iban a detener.
Antonio, el local que todos los años me ayudaba con las tareas relacionadas a la cacería, los vio e inmediatamente sus ojos se abrieron tanto que parecía que se iban a salir de sus órbitas, acto seguido me tomo del brazo y salió corriendo. Lo único que podía entender era que Antonio no se iba a detener hasta que su cuerpo aguantara y que estaba muerto de miedo.
Cuando por fin se tranquilizo y se detuvo, antes de que pudiera preguntarle ¿Qué había pasado? empezó a gritar que esas criaturas eran tan raras como temidas, lo peor era que matarlas era casi imposible.
Seguía sin entenderle nada, por lo que me invito a su casa por café, ahí me explicaría con detalles tan catastrófico suceso.
Empezó contándome que esos insectos, para su pueblo se habían convertido en leyenda y siempre habían representado desgracias, desde sus antepasados se aseguraba que provenían del lado mas oscuro del universo y que sus almas estaban podridas. Su piel aunque pareciera lisa, con solo tocarla cortaría de tal forma que podrías ver hasta los huesos, y ni las puntadas podrían ayudar a sanar, además de que por dentro están tan calientes que pareciera que estas introduciendo la mano en un volcán con lava. Otra razón por la que era imposible matarlos era que con el solo hecho de encontrarse en su presencia te invadía un terror que no se podía soportar por mucho tiempo. Se podría intentar un balazo o algo por el estilo pero lo mas seguro es que debido a su piel no lo transpasara y no le hiciera mucho daño, y un gran problema según Antonio, era que esos bichos ya nunca se moverían de ahí.
Después de escuchar esta explicación comprendí la razón por la que había huido, aunque la verdad es que los pueblerinos siempre me han parecido muy crédulos. Decidí que regresaría a mi casa a ver que pasaba, pero Antonio se negó rotundamente, pase la noche en su cabaña.
A la mañana siguiente quise ir a ver que podía hacer con mi casa pero Antonio me dijo que lo mejor sería llamar al chamán. Cuando le contó al chamán que es lo que había pasado, no lo pudo creer, nunca en su vida había visto uno y creía, que mas que reales eran una leyenda. De inmediato fuimos a mi casa, pero nos pidió que esperáramos afuera. Estuvo apróximadamente seis segundos dentro, cuando salió se veía exhausto y tenía una cara de haber visto al mismísimo demonio, eso combinado con el terror que sentí el día anterior, me convenció de no entrar.
Me explicaron que la única forma de acabar con esas criaturas era, según la leyenda, consiguiendo la forma de aguantar junto a ellos por mas de veinte minutos. El procedimiento consistía en usar un colmillo de tigre blanco para poder despedazarlos, después cuando los trozos fueran lo suficientemente pequeños se debían enterrar en una bolsa y esperar a la siguiente luna llena para quemarlos y pedir un deseo positivo para sus almas. De esta forma se eliminarían para siempre. En mi caso era este procedimiento multiplicado por dos.
El chamán podría conseguir el colmillo, el problema era encontrar a alguien dispuesto a entrar a mi casa y matarlos, me habían asegurado que los que lo intentaran, aunque tuvieran éxito no saldrían ilesos. Ellos me recomendaban no hacer nada, irme para siempre, pues es lo que ellos tendrían que hacer. En serio creían que los insectos les traerían grandes desgracias por lo que empezarían a planear la huida.
Por suerte yo no vivía ahí y tenía otra casa en la ciudad, así que después de darle muchas vueltas al asunto y tomando los sucesos anteriores como una señal de que algo podría pasarme me fui. Antonio me llevó al siguiente pueblo donde se encontraba la central de camiones, solo llevaba la ropa que traía puesta.
Regrese a la ciudad, me tarde muchos días en recuperar la tranquilidad y dormir bien. Nunca volví a saber nada de Antonio ni del pueblo, cosa que agradezco. Deje la cacería y ahora prefiero no salir mucho de mi casa en la ciudad.
domingo, 19 de julio de 2009
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