lunes, 30 de marzo de 2009

DE:

Queridos Papá y Mamá:

Les dejo esta carta sin saber si la leerán o no, pues ya llevan varios meses sin aparecer por aquí.
Lo primero que se van a dar cuenta es que la casa esta casi vacía, ya no están las teles ni la compu, ni el reloj favorito de papá, ni nada de valor,. Sobrevivir tanto tiempo sin ustedes ha sido muy difícil. Al principio no fue tanto, el mes apenas estaba empezando, ya habían pagado todas las cuentas y la despensa estaba llena. Me acuerdo de la última vez que Ana y yo los vimos, dijeron que iban a llevar a mi hermanito al doctor, nosotras nos quedamos a hacer la tarea, cuando se hizo de noche y no llegaban nos pusimos muy nerviosas y nos dio mucho miedo, nos quedamos dormidas en su cama hasta el día siguiente que tampoco llegaron, cada vez estábamos mas preocupadas, la primera semana no salimos de la casa esperando cada minuto a que llegaran. Cuando nos dimos cuenta que era lunes decidimos que era necesario regresar a nuestra vida normal, fuimos a la escuela. La directora nos pregunto que porque habíamos faltado no nos creyó que ustedes habían desaparecido, no nos quedo otra mas que decir mentiras, le dijimos que llevábamos una semana en cama por una gripa espantosa. Así siguió nuestra vida, retomamos la rutina como si nada hubiera pasado, pero todo el tiempo los estábamos esperando, yo me pasaba toda la clase de inglés rezando para que cuando Ana y yo regresaramos de la escuela estuvieran en la casa, pero como ya les dije esto fue sólo el primer mes. Para la mitad del segundo mes, ya no me puedo acordar si era abril o mayo, las cuentas empezaron a llegar y como no las pagamos cortaron el teléfono, el internet y hasta la luz, teníamos que aprovechar el día para hacer todo lo que era necesario. Yo cocinaba todas las comidas y la pobre de Anita lavaba los trastes, cada quien lavaba su ropa y se encargaba de sus cosas. Un día, aunque ya nos habíamos acostumbrado a que no estaban pero los seguíamos esperando, llegamos a la escuela y la directora estaba afuera, no nos dejo entrar porque no habían pagado la colegiatura, le volvimos a contar la historia y no nos creyó, nos dijo que sería mejor que nos fuéramos de ese colegio y que nos buscaran otro, no nos quedo de otra mas que regresar a la casa, donde tratábamos de entretenernos con la tele o juegos inventados. Cada ratito alguna de las dos juraba que había escuchado ruidos en la calle y corría a ver si eran ustedes, creo que ya alucinábamos.
Lo peor vino cuando se acabo la última lata de la despensa y en el refri solo quedaba un aderezo de ensalada podrido que tiramos a la basura, no sabíamos que íbamos a hacer y Ana estaba segura de que nos habían abandonado para siempre, yo nunca quise perder la esperanza. Tuve una buena idea cuando vi el reloj de papá del que siempre presumía su valor. Hice lo que papá hacía, lo lleve a empeñar y nos dieron un dineral, hasta nos alcanzo para comer afuera y comprar comida en la tiendita de la otra calle, cada vez que se nos acababa íbamos llevando mas cosas a la casa de empeño, cuando se nos acabaron los collares y aretes de mamá tuvimos que llevarnos las teles, el microondas y todo lo demás.
Así sobrevivimos tantos meses hasta ahorita, que ya vendimos lo último que valía de la casa, fue el trofeo de oro que ganó papá en el boliche (cuando te des cuenta por favor no te enojes), solo que esta vez decidimos que lo mejor sería en vez de comprar comida para estar sobrevivir aquí, comprar dos boletos para Acapulco para ir a buscar a los abuelos. Si nos están buscando, para cuando vean esta carta seguro estaremos en la playa con ellos, vayan con nosotros.
Ana dice que no debería escribir esta carta, ya no cree en que van a regresar, pero yo si tengo esperanza, si ven esto denle un beso a mi hermanito de parte de Ana y Mio.
P.D. Por favor vean esto algún día y vayan a recogernos a Acapulco.
Los extrañamos, de parte de Marina y Ana (que en el fondo los espera).

Horrible, el poema esta bueno

Esto de escribir es algo interesante, cuando lo intentas por primera vez y te gusta el resultado lo único que quieres es seguir y seguir escribiendo de repente vienen un buen de ideas a tu mente, pero por mala suerte o debería decir para mi malévola suerte, hace semanas me dejaron entregar para el próximo viernes un trabajo final, el peor de todos, de esos que hacen chillar a tu cerebro, aunque todavía ni siquiera lo empiezo mi subconsciente genera un tipo raro de estres para que no pueda pensar mas que en eso, motivo suficiente para limitar mi imaginación y cualquier tipo de creatividad que alguna vez a emanado de mi.
Para acabar con este choro/justificación horrible prometo que en semana santa dejare fluir las ideas y ahora si escribir como imbécil y con ayuda de mi subconsciente.
Por ahora los dejo con un poema que encontré y me gusta mucho, tanto como para decir que me hubiera encantado escribirlo a mi, por lo que es casi como si yo lo hubiera escrito. NOT!


Here's to the Crazy Ones
Here's to the crazy ones.The misfits. The rebels.The troublemakers. The round pegs in the square holes - the ones who see things differently.They're not fond of rules andthey have no respect for the status quo. You can praisethem, disagree with them,quote them, disbelieve them,glorify or vilify them.About the only thing that you can't do is ignore them.Because they change things.
- Jack Kerouacquoted in an Apple Computer Ad, 1997

miércoles, 11 de marzo de 2009

La pinchurrienta vida del ¡Ay wey!

¡Ay wey! no es un ser común y corriente, nunca lo fue. Desde pequeño opto por ser raro, cambió los balones de fut bol, por libros de filosofía avanzada, desarrollando una terrible manía de llenar los bordes de las páginas con una letra minúscula que nadie jamás entendería. Nunca le gustaron los villancicos, hasta la fecha prefiere escuchar en su viejo disk-man alguna melodía de Pink Floyd a todo volumen. En la escuela prefirió a una guitarra como su única compañera, por encima de los demás compañeritos que siempre lo miraron con cierta desconfianza.
Nunca aprendió a tocar la flauta dulce, requisito para aprobar las clases de música en secundaria pues sentía que traicionaría a Simone, su guitarra. No creía en sus estrictas clases de religión, y desde antes de leer a Nietzsche sospechaba que dios no existe, este, factor esencial cambiaría la vida de ¡Ay wey! para siempre, y sin posibilidades de regreso. El sabía que era diferente, pero esta idea siempre lo hizo feliz, amaba su guitarra y sus libros, su disk-man y la posibilidad que le ofrecía el mundo de poder pensar distinto a como lo hacia el resto de la gente que conocía, hasta que su peculiar forma de vida lo llevó a descubrir algo, que, daba una sensación de vacío infinito, pero a la vez era tan agobiante que costaba trabajo respirar, supo y lo supo para siempre, estamos solos en el mundo, desamparados y no hay nadie que nos protege mas allá, lo único gracioso del asunto es que cuando él llegó a esta conclusión la única expresión que salió de su boca fue, -"¡Ay wey!"- una frase tal vez chistosa y carente de sentido pero que en el fondo engloba todo lo que su descubrimiento lo hacía sentir, demasiadas cosas que serían imposibles de describir.
Después de este hecho tan importante, ¡Ay wey! por supuesto que estudió filosofía, cada vez leía más con ganas de absorber todo y poder encontrar un consuelo en el mundo inhospitalario en el que se encontraba, ya nada era como antes, ni siquiera la forma en la que miraba a los demás, que no tenían idea de lo que el sabía y vivían tan felices sin ello, por momentos los envidiaba, otras veces no, pero nunca pudo dejar de mirar con cierta nostalgia la felicidad ficticia que el mundo hospitalario había creado para ellos.
Cada vez, se encontraba más inmerso en los únicos y momentáneos placeres que la vida le otorgaba, su música y sus libros, ahora en su adolescencia había descubierto un placer nuevo y exquisito, las mujeres, nunca se hartaba de ellas, y gracias a su atractivo natural y a su adquirido poder de retórica siempre lograba obtener a la que quería. Unos años más tarde con más libros leídos que tal vez todo un país y un título de filosofía en la mano, se dio cuenta de que realmente sus opciones eran limitadas, pues en la sociedad nadie quería filósofos, ni en general gente pensante, hizo lo que le quedaba, se convirtió en maestro, un trabajo que la mayoría de las personas considerarían insignificante, pero lo que ellos no sabían y el sí es que son los maestros, los que moldean las mentes de sus hijos, de las famosas "nuevas generaciones". Puesto que desde entonces desempeña y utiliza para transmitir las inquietudes que le surgieron a él cuando niño, viendo mientras da sus clases como cada hora las caras de sus alumnos van adquiriendo razgos de confusión y de miedo, sintiéndose identificado en cada rostro, disfrutando y encontrando en cada gesto lo mismo que el sintió, vengándose a través de los hijos, de la sociedad que siempre lo hizo a un lado, repitiendo en cada clase, con cada conocimiento nuevo que revelaba a los alumnos que nunca volverían a sentirse cómodos en el mundo las palabras -¡Ay wey!- como un recordatorio de, al parecer una frase chistosa y carente de sentido pero de la que solo el sabía el significado verdadero. Pues como dijo alguien importante, cuando la mente se abre a un conocimiento nuevo es imposible de cerrar. Y creo, imposible de olvidar.