miércoles, 6 de febrero de 2013

La cuidadora de tulipanes

¡Los tulipanes han vuelto a florecer!
Qué sorpresa, siempre pensé que era tu sonrisa al regarlos la que conseguía tales efectos.
Pero aquí están y no sé cómo han superado las adversidades y los pocos cuidados a los que han estado sometidos por casi un año.
Debe ser su efímera vanidad, o tal vez las ganas de encontrarte como cada año por estas fechas, cuando sus ramas apenas se asoman en esas macetas que duran la mayor parte del tiempo cubiertas sólo de tierra   (tú sabías que en sus entrañas albergaban vida, una corta pero hermosa existencia) y por eso las cuidabas con dedicación. 
Sabías que más o menos por esta época los tulipanes adornarían tu casa agradeciendote con ese amarillo plumaje, aunque fuera por unos días que cuidaras de ellos tanto tiempo. 
Pobres, no se han enterado que llegaron tarde, que tú ya no estas y no me atrevo a decirles que no importa cuántas veces resurgan, como un fénix, ni que floreciendo en cada esquina, en cada rincón del mundo lograrán encontrarte. 
Tendrían que creerme ya lo he intentado y no estas, no apareces por ningun lado. Sólo cuando cierro los ojos puedo verte, pero cómo explicarle a tus queridas flores eso, si las pobres ni ojos tienen.

martes, 16 de octubre de 2012

La oruga de José Watanabe

Una chingonería de poema que puedo recitar casi de memoria y que me hubiera encantado leerle a mi abuela alguna vez.

Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente, 
pero sé que mañana seras aire.

Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
Sabes que mañana serás del aire?
Te han advertido que esas dos molestias aún invisibles 
serán tus alas?
Te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?

Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieras renunciar,
pero ya no: Deber ir al aire y no con nosotros.

Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso es mejor no despegar nunca la barriga de la tierra.

sábado, 10 de diciembre de 2011

De Bolaño y la soledad

Son esos momentos únicos, cuando logras identificar plenamente un sentimiento que creías sólo tuyo con el de otro ser humano, que te puedes olvidar de tu soledad y tus fantasmas. Qué importa si uno no es consciente de la existencia del otro.
Demos gracias a la poesía.

ÁRBOLES


Me observan en silencio
mientras escribo Y las copas
están llenas de pájaros, ratas,
culebras, gusanos
y mi cabeza
está llena de miedo
y planes
de llanuras por venir


LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar, ni rezar,
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

Roberto Bolaño en La universidad desconocida.

miércoles, 15 de junio de 2011

Ella

Sabía que si se acostaba aunque fueran 2 minutos, si ponía su cabeza en la almohada se quedaría dormida y otra vez se perdería de ver quién era esa persona que todas las noches dejaba un clavel en su entrada. La curiosidad, sumada al miedo de que el desconocido ya no pasara jamás era más fuerte que el cansancio acumulado de la semana.
Tomó una silla y la puso enfrente de la ventana por la que se podía mirar quien se acercaba a la casa. Adoptó una posición cómoda y no quitó la vista de la calle. Afuera todo estaba desolado como siempre a las 12:15 de la noche. Empezaba a desesperarse, volteaba de un lado a otro y nada. Se recargó con la frente en el cristal de la ventana. Empezaba a dormirse, cuando pasó un coche con las luces prendidas, pegó un brinco sobre su silla y miró fijamente cruzar al auto, pero no se detuvo. Se talló los ojos y se puso en una posición incómoda para no quedarse dormida. Al final, volvió a recargar la frente en la ventana y se durmió.
Abrió los ojos, el sol ya iluminaba la calle y la gente salía de sus casas. Vio su despertador, iba 40 minutos tarde. Se vistió con lo primero que encontró, se hizo una cola de caballo, se lavó los dientes y salió.
En la entrada, estaba como todos los días desde hace 2 semanas, un clavel. Se detuvo, lo tomó, abajo había una nota. “Todavía no estamos listos, tranquila”, es lo único que decía. Abrió la puerta de su casa y la metió al florero era la flor número 15. Los claveles más viejos ya se empezaban a marchitar. Volvió a salir de su casa y corrió al trabajo.
Lo intentó todo. Tenía que saber quién era el desconocido que lejos de acosarla, desde hace casi un mes, le alegraba las mañanas. Toneladas de café, cambió su ciclo de sueño, sillones cómodos, sillas incómodas, poner el despertador cada 10 minutos, se aseguraba de no quedarse dormida, incluso faltó varios días al trabajo. Nada.
En cambio, todas las mañanas sin importar lo que hubiera hecho la noche anterior, en su puerta aparecía un clavel. A veces, con un recado que siempre aludía a la paciencia.
27 claveles sumaban ya, entre los secos que había guardado y las que tenía en el florero, al que cada día le agregaba uno.
No estaba segura si algún día iba a saber quién era. Lo único seguro es que había alguien allá afuera que de veras la quería.

viernes, 10 de junio de 2011

Escapar

Al contrario de lo que nos enseñan, escapar es lo mejor. Escapar es, romper la cadenas sin dar explicaciones a nadie. Es dejar atrás todo lo que te molesta y la posibilidad de empezar de nuevo, donde quieras, con quien quieras. Porque cuando decides escapar, sabes que ya estas lista.

jueves, 9 de junio de 2011

Este cerebro no es mío

ME ENCONTRÉ ESTE CUENTO QUE ESCRIBÍ EN EL 2007. SALVO ALGUNOS ERRORES DE ESTILO Y COSITAS DE LA HISTORIA CREO QUE NO ESTA NADA MAL.

El cuarto estaba oscuro y frío, las paredes eran de ladrillo, el silencio absoluto daba la
sensación de estar en medio de la nada. Le dolía la cabeza. Sentía que iba a estallar en
cualquier momento, el ardor y los mareos no eran normales. Trató de caminar hasta
la salida del cuarto pero tuvo que hacer tres pausas: algo pasaba con sus piernas que
se movían muy lento. Cuando al fin logro salir, el sol lo cegaba. Nunca creyó que lo
volvería a ver, después de todo llevaba 12 años encerrado y lo habían condenado a cadena
perpetua. No se le ocurría ninguna razón por la cual estaba afuera. Se quedo un rato
contemplando el sol. No recordaba que fuera tan bello y tan amarillo, hace 13 años hubiera
pensado que lo había contemplado toda la vida y no representaba nada especial.
”¡Dr.
Vermont! ¡Dr. Vermont!.” “¿Qué pasa Tony?.” “El experimento 01 ya despertó y salió
de la bodega.” “Excelente, ¿muestra algún signo de anormalidad cardiaca o problemas
respiratorios?” “No, pero al parecer algunas habilidades motoras están fallando.” “Qué raro,
se suponía que eso debería estar bajo control, pero no dejes de observarlo.”
El Dr. Franklin Vermont se dirigió a la sala de juntas del laboratorio nacional de Suiza para
que se llevara a cabo la junta con el presidente Simpson. El Dr. Vermont llevaba un rato
esperando cuando entró el presidente seguido de sus incondicionales asistentes, Andrew y
Robert.
El Dr. Le dijo al presidente “Al parecer la operación fue todo un éxito, el experimento 01
después de 6 meses de estar bajo intensos cuidados médicos desde la operación fue liberado
en una bodega al sur de la ciudad. Ya despertó y sin problemas de salud aparentemente.”
A lo que el presidente le contesto “¿Eso quiere decir que solo unos meses más y estaremos
listos para utilizar los cerebros a nuestro antojo?.”
Vermont le contestó “Sr. Presidente el experimento ya esta muy avanzado y me he
planteado algunas preguntas que me hacen dudar sobre si debemos seguir adelante.”
Presidente “Eso puede representar un problema, ¿De qué tipo de preguntas se trata?.”
Vermont sacó de su portafolio una hoja y comenzó a leer “Si se logra satisfactoriamente
el experimento tendríamos en nuestras manos un gran poder. Podríamos transplantar
cerebros reales por artificiales por lo que surgen preguntas morales y éticas como ¿Un
individuo que tenga un cerebro artificial será considerado una persona o un robot?,
¿Estamos desafiando las leyes de la vida?, ¿Tenemos el poder de llevar a la humanidad
tan lejos? Además de que pueden ser usados con un fin diferente al médico, no podemos
controlar en manos de quien caiga en un futuro, podría ser utilizado como un arma de
guerra, Sr. ya no sé si sea lo correcto continuar.” El presidente un poco molesto “Claro
que vamos a continuar después de todo yo financié todo el proceso y en gran parte esto
me pertenece, todas esas preguntas no tienen importancia para mí la gente puede hace
lo que le plazca y en cuanto a mí el nuevo invento me será de gran utilidad.” Vermont
también molesto le respondió “Sr. no estoy de acuerdo mi invento puede ser algo muy
peligroso para todos estoy completamente seguro de que deberíamos eliminar todo signo de
que alguna vez existió.” El presidente enojado pero guardando la calma le dijo “Estás muy
equivocado, si no te gusta puedes abandonar el proyecto tú ya hiciste tu parte.” Vermont
en tono autoritario “Muy bien pero le advierto.”El Presidente lo interrumpe y enojado le
contesta “Tú a mí no me adviertes nada, tienes una hora para abandonar el edificio en esto
ya no tienes nada que ver.”

El Dr. Vermont se encontraba en el laboratorio recogiendo todas sus cosas cuando decidió
que no les dejaría el camino tan fácil, se robó toda su investigación, apuntes y
observaciones dejándolos sólo con el cerebro y la ayuda de los científicos auxiliares.

Pete llevaba una hora caminando desde que había salido de la bodega y todavía no se
explicaba porqué sus piernas no funcionaban bien además de que ahora parpadeaba sin
ningún control pero lo que más preocupado lo tenía era que había descubierto algo muy
raro en su cabeza, parecía una cicatriz que iba de una oreja a la otra recorriendo todo el
cráneo. Se sentó a tomar otro descanso cada vez se sentía peor y encontraba más
anormalidades en su cuerpo, de repente sintió una picazón insoportable en la pierna
izquierda arriba del tobillo se rascaba con una fuerza que no podía controlar y su pierna
comenzó a sangrar pero la picazón seguía siendo insoportable y no pudo parar de rascarse,
ya se había rasgado un buen cacho de la pierna cuando sintió algo duro que brincó, lo
agarró y vio que era una cosa en forma tubular, era pequeñísima como de medio
centímetro, Pete intuyó que eso tenía que ver con todo lo que le estaba pasando, estaba
cada vez más confundido y el dolor de cabeza era tan intenso que no aguantó y se desmayó.
Tenía mucha fiebre y se encontraba en un estado de semiinconsciencia. Por su cabeza
pasaban imágenes muy raras: alguien entraba a su celda y le inyectaba algo, estaba en un
quirófano y le ponían una mascarilla con anestesia, despertaba en una sala de hospital, veía
a unos médicos hablando por encima de su cabeza pero no podía entender nada, veía la
puerta del cuarto que tenía un enorme letrero que decía “transplante satisfactorio”, iba en
un coche, unos tipos vestidos de negro lo arrojaban a una bodega. Pete se quedo tirado
hasta que poco a poco fue recuperando la conciencia y empezó a hilar todos los
acontecimientos de los que se acordaba, llegó a la conclusión de que por más disparatado
que sonara le habían cambiado el cerebro, pero cómo era posible si seguía siendo la misma
persona, no se le ocurrió nada más pero volvió a ponerse en marcha dispuesto a encontrar
el fondo de todo.

En el laboratorio nadie se había dado cuenta de que faltaban los papeles del Dr. y es
que había un estado de alarma porque el microchip que le habían instalado al experimento
01 ya no estaba funcionando, solo decía la ubicación geográfica pero ya no indicaba
frecuencia cardiaca, respiratoria ni nada sobre el funcionamiento del cuerpo del
experimento.
Cuando el microchip llevaba mas de dos horas en el mismo lugar, le informaron la
situación al presidente decidió enviar a la policía secreta a buscar al experimento para
llevarlo de regreso al laboratorio y de paso también mando a buscar al Dr. por si las dudas.

Cuando Pete empezaba su búsqueda se dio cuenta que realmente lo único que tenía era el
recuerdo de las caras de los médicos del hospital, aún no se había dado cuenta de que el
microchip se había quedado tirado en el lugar donde quedó inconsciente, no tenía
idea hacía donde ir lo único que tenía en mente era encontrar al culpable.
Caminó en dirección a la ciudad.
El Dr. se encontraba en la central de autobuses y se dirigía a tomar un descanso y aclarar su
mente en las afueras de la ciudad.
Por el radio del autobús escuchó que decían que iba a empezar una exhaustiva búsqueda de
un tal Dr. Franklin Vermont que seguramente se encontraría viajando. El Dr. estaba muy
exaltado y seguro de que ya sabían donde estaba, seguramente lo matarían.

La siguiente parada era en medio del campo, fue el único que se bajó, entre tanto
nerviosismo lo único que se le ocurrió fue ir lo más lejos posible y empezó a correr
desesperadamente.

Mientras Pete caminaba tenía la mente ocupada pero no en sus planes sino en su pasado,
iba recordando todo lo que había hecho que lo hizo terminar en la prisión de máxima
seguridad, todos los asesinatos que había cometido y a todas las familias que había hecho
sufrir la verdad es que seguían sin causarle culpa porque todo el coraje que les había tenido
a esas personas valían lo que les pasó.

El Dr. seguía corriendo en dirección hacia el campo, mientras más alejado estuviera de la
carretera más difícil sería encontrarlo, Pete por su parte seguía su camino tranquilo pero a
paso firme seguro de que cuando encontrara al responsable lo mataría. Pete se asustó
cuando vio a un hombre que se le estaba acercando a toda velocidad, la sorpresa del Dr. al
ver a ese hombre fue mucho mayor pues reconoció al experimento 01, cuando se toparon
frente a frente el Dr. vio de cerca la cicatriz y estaba realmente asustado, dijo para sí mismo
–sí es- pero Pete logró escucharlo y de pronto volvió a tener el recuerdo de los doctores
hablando, no estaba seguro si era pero podría ser, consiguió atraparlo y muy enojado lo
empezó a cuestionar “¡Tu eres el Dr. Que me hizo esto verdad!”, “¡Vas a pagar, te voy a
matar!”. El Dr. temeroso empezó a gritar “¡Estoy arrepentido, puedo explicarlo!”, Pete con
la cara roja de furia y aún gritando le contestó “¿Cómo te atreviste a hacer algo así?”, “¡Soy
un monstruo!”, “¡Vas a sufrir lo que yo!”. En un intento desesperado el Dr. Le
respondió “Si me matas tu también vas a morir no va a haber nada que puedas hacer”. Pete
recapacitó un momento y dijo “Quiero que me expliques como paso todo”. Vermont le dio
una amplia explicación de lo que paso desde el principio hasta que surgieron sus dudas y
escapo. Pete que seguía enfurecido con gritos que apenas se entendían le contesto “¡Claro
que su jugetito esta mal!, ¡No se puede jugar con la vida de las personas!, ¡Todo tiene un
principio y un fin y así debe de ser!, ¡Yo nunca quise ser un robot y ahora lo soy ya no
tengo esencia ni lo que me hacía ser yo, ahora solo soy una copia de datos en una máquina
y un cuerpo!.” “¿Y ahora que?.” El Dr. Un poco más clamado le dijo “El gobierno me
busca y tú estas bajo vigilancia, lo mas seguro es que pronto nos encuentren, seguramente
me mataran y a ti...bueno, algo parecido” Pete no se había quitado del todo la idea de
matarlo de una vez pero le preguntó “¿Ya no hay nada que hacer, si tu de todas formas te
vas a morir, que me puede salvar?” Vermont “¿Seguramente tu también vas a morir pues
este experimento todavía tiene muchas fallas?” Pete “Debe haber algo, no podemos
quedarnos así, tenemos que destruir todo, antes de que sea el fin para los dos. Ya no nos
queda nada y no voy a permitir que se sigan con esto.” Vermont estaba tratando de prender
un montón de hojas secas, Pete lo miró extrañado y le pregunto “¿Qué haces nos van a
descubrir por el humo?” Vermont un poco emocionado le contesto “Voy a quemar todos
los papeles, estoy acabando con toda la evidencia” Pete le respondió “Es lo último que
podemos hacer, lo demás no esta en nuestras manos”. El Dr. Logró prender la fogata que
les sirvió para calentarse, entre largos silencios y charlas cortas, esperaron a ser
encontrados.

martes, 31 de mayo de 2011

31.05.1950

Estaba tratando de recordar cuándo fue la última vez que vio su cara. Sabía perfectamente como era, cada línea de expresión, las ojeras debajo de sus ojos, los hoyos que se marcaban en las mejillas cuando sonreía y la arruga en forma de N que se dibujaba entre las cejas cuando ella estaba enojada. Conocía mejor que nadie ese caminar ligero; como de pajarito saltarín. No necesitaba que le dijeran que odiaba los rábanos y volar en avión. Que lloró con la muerte de Pedro Infante y que Sara era su hija favorita. Que leyó Mujercitas 24 veces, la primera vez tenía 12 años.
Le constaba que conocía a su esposa mejor que nadie en el mundo, 54 años de matrimonio no pasaron en vano. La frustración que sentía en este momento no se comparaba con nada. Podía recorrer cada noche y cada instante de su luna de miel en Acapulco. El primer beso y todos los miércoles que se iban de día de campo. Pero no podía recordar el último día que la tuvo entre sus brazos. Sólo habían pasado siete años desde ese día, el peor desde hace 61 años y no podía acordarse. Sintió como una lágrima le rodaba por el cachete y salpicaba el vidrio del marco que sostenía en las manos y que protegía la foto del amor de su vida.
Duró 54 años saludables y armoniosos a su lado. En cambio llevaba solo siete sin ella, pero cada día era como si le cayera el peso de una vida encima, le costaba levantarse y tenía que hacer un gran esfuerzo para sonreírles a sus nietas.
Supo que todos los días, hasta su muerte, intentaría recordar el último en el que realmente se sintió vivo, sin éxito. Ya no sentía coraje o impotencia, sino una extraña mezcla de quietud, diferente a la tranquilidad, y nostalgia. Rogó porque fueran muy pocos días, porque hoy fuera el último.